viernes, 18 de febrero de 2011

Un insecticida ecológico.


Una casa de pueblo...Un enorme, viejo y destartalado caserón a las afueras del pueblo justo donde empieza el camino que baja hasta el río. Y en la parte alta del caserón, en el desván, cuatro mozalbetes (tres niños y una niña que apenas comienza a andar) enredando entre los trastos viejos del abuelo.
De repente, algo llama la atención del mayor del grupo: no sabe qué, pero algo se ha movido en el quicio de la ventana. Despacio, casi casi de puntillas, se acercan allí donde un rayo del sol tibio de la mañana hace brillar la bisagra de bronce del ventanal. Sí, allí está, durmiendo inmóvil al calor suave del mes de Mayo.



Parece una lagartija, pero al mismo tiempo es diferente. La cabeza ancha, poderosa; el cuerpo aplanado y las patas amplias de dedos hinchados. De repente el animal, quizá atraído por la curiosidad con que cuatro cabecitas peludas lo observan, da unos pequeños pasos y se gira de costado dejando ver la pupila vertical y en zigzag de uno de sus ojos. El susto de los niños es instantáneo, y gritando, tumbando sillas en su huida escalera abajo y levantando el polvo acumulado durante meses en el desván, desaparecen hacia las habitaciones del piso bajo de la casa


Ojo de salamanquesa

El animalito en cuestión era una Salamanquesa común (Tarentola mauritanica). Completamente inofensiva, su actividad es esencialmente nocturna, calentándose al sol durante algunas horas por la mañana e inmóvil durante el resto del día. Sus dedos, anchos y aplanados, están provistos de laminillas que cumplen la función de ventosas, pudiendo así desplazarse ágilmente por techos, paredes y superficies tan lisas como un cristal. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario